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La industria del odio

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*Por Carlos Cruz

Los sucesos del pasado 11 de julio marcaron una inflexión en las relaciones de los cubanos de acá y los de allende los mares, fundamentalmente los que conforman el llamado “exilio miamense”. Nunca antes estuvieron tan polarizadas como ahora, producto de la eficacia de una maquinaria de desinformación, con sustento en los grandes medios y las redes sociales.

Con el maquiavélico supuesto: “el fin justifica los medios” o la máxima latina divide et impera, la fábrica de odio, con sede en la Florida, fomentó una perversa campaña aprovechando el difícil contexto económico que enfrenta el país, debido al recrudecimiento del bloqueo unilateral estadounidense, la pérdida de las principales fuentes de ingreso, y agravado por el incremento de los contagios a causa del coronavirus SARS-COV 2. Eran demasiados factores en contra y fueron bien aprovechados por los que adversan a la Revolución.

Lo más increíble, pero sí explicable, es como muchas amistades, que habían soportado el tiempo, la distancia y hasta las diferencias ideológicas, fueron rotas de la peor manera. Amigos que crecieron juntos, asistieron a la misma escuela, la misma aula y hasta compartieron un suspiro por la niña más bonita del grupo; disfrutaron baños en el río cercano al pueblo, la bicicleta del tío, y después las “noches encantadas” de los albergues en la escuela al campo, ahora son personas separadas a causa de intransigencias y viejos rencores. Incluso median amenazas, porque unos acusan a otros de “ser lacayos del comunismo”. A quienes hasta ayer reconocían como hermanos, ahora les prometen un linchamiento cuando “caiga el sistema”.

Peor quedaron las relaciones familiares, cuando hijos amenazaron a sus padres con no ayudarlos más o recargarles la cuenta del teléfono “si no se tiraban para la calle a protestar”. Esas muestras de “humanidad y preocupación por los cubanos” despejaron todas las dudas sobre las verdaderas intenciones de quienes promueven las acciones para un futuro mejor de este país.

Pero ¿cómo es posible la proliferación del odio entre quienes una vez dejaron su tierra buscando una vida sin escasez y limitaciones? Cómo pueden las pendice.pngrsonas sufrir una catarsis tan radical que borre todo tipo de pensamiento lógico y sentimientos?

Sobran los argumentos, pero el fundamental es el incremento de la guerra ideológica desatada por Estados Unidos contra Cuba, en la que utilizan una arquitectura mediática avasalladora, encaminada a silenciar todo intento de un enfoque objetivo hacia la Isla. Secuestrar la verdad es la estrategia y saturar las redes con manipulaciones y mentiras deviene en táctica efectiva.

En sus fines geopolíticos, a Washington le resulta indispensable dividir a los cubanos que residen fuera de su país, convertirlos en enemigos y reducirlos a simples marionetas con las que pueda montar una obra teatral más en su larga lista de injerencias en el mundo. Es prioridad crear el respaldo “patriótico” para una posible agresión.

Nadie con un mínimo de sentimiento de pertenencia, con un sentido de la soberanía, con una responsabilidad cívica, puede querer y creer que la solución de esos problemas venga de cualquier tipo de intervención extranjera, mucho menos de carácter militar, como han llegado a pedir algunos.

La industria del odio crece, se afianza mediante la difamación, la hiperbolización de simples hechos, la deformación de la realidad y la puesta en práctica del principio goebbeliano: "en tiempos de excitación y de tensión, el hambre de noticias debe ser satisfecho como sea". Es decir, no importa la verdad.

Sin escrúpulos mediantes, el imperio ha desatado su maquinaria propagandística para “facilitar el desplazamiento de la agresión, especificando los objetivos para el odio”.

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