Los basureros opacan el brillo de las ciudades. A menudo tropezamos con desechos amontonados en una esquina a la espera del camión o tractor encargado de recogerlos. Algunos microvertederos surgidos de forma improvisada en las periferias, alcanzan varios metros de distancia mientras pasan los días y así se adueñan del paisaje.

 En la circunvalación, cerca de la carretera vieja de Cárdenas, en el Consejo Popular Versalles, por ejemplo, encontramos pomos plásticos, cartones, recipientes de cristal, papeles y hasta escombros de la construcción entorpeciendo la vía que conduce al complejo educacional y que demuestran cuánto queda sin reciclar.

 Desde hace mucho tiempo se dan pasos a favor del reciclaje, pero no logramos llevarlo a la práctica de la forma en que lo necesita un país como el nuestro, en vías de desarrollo y bloqueado. La materia prima muchas veces abandonada es imprescindible en la producción de artículos en sectores estratégicos de la economía, muy costosos si se adquieren en terceros países.

 Acostumbrado a reciclar en casa, el cubano le devuelve la vida útil a cualquier objeto aunque cambie su función, algo que debemos generalizar puertas afuera. Si bien existen varias vías para llevar los desechos generados en el hogar o una entidad al punto de recogida, falta mucho por hacer, en aras de crear en la población el hábito de clasificar los recursos con valor de reúso.

 Según datos ofrecidos por el Grupo Empresarial en el espacio televisivo Mesa Redonda, en los primeros tres meses de 2021 se recuperaron 46 000 toneladas de productos metálicos y no metálicos, cifra que aportó a la economía más de 30 000 000 de dólares. Entonces, cabe la interrogante de cuánto se ahorraría durante ese mismo período y el resto del año si se emplearan los materiales reutilizables que corren otra “suerte”.

 Una de las estrategias que podría dar mejor resultado y no se aprovecha lo suficiente es la trazada en la Ley 1288. Esta normativa exige a las personas jurídicas entregar los desechos no reutilizados por ellos mismos, sin embargo, esto no se cumple a cabalidad, porque no se articulan de forma adecuada los mecanismos. ¿Quién no ha visto alguna vez envases procedentes de bodegas o algún punto gastronómico tirados en cualquier rincón?

 Recuerdo también los festivales convocados por las organizaciones estudiantiles y los CDR en fechas señaladas, donde se recolectaban, por ejemplo, pomos de medicamentos tan demandados por las unidades de Medicina Natural y Tradicional, acciones que han perdido vitalidad incluso, antes de la llegada de la pandemia.

 En un escenario donde esta industria asume el desafío de convertir las manos de los recuperadores en fabricantes del producto final y así cerrar el ciclo, se impone la necesidad de incrementar el valor agregado del producto, y para ello una de las principales tareas es la clasificación al detalle.

 De ahí nuestra inmediata actuación antes de que estos lleguen a la basura. De lo contrario pasan a ser residuos sólidos urbanos, lo cual implicaría un alto grado de contaminación y el empleo de modernas tecnologías con las que el país no cuenta, según explican los expertos en el tema.

 Por tanto, urge reactivar los mecanismos existentes y crear nuevos. Las micro, pequeñas y medianas empresas que sitúan al reciclaje como actividad económica principal constituyen una iniciativa con grandes potencialidades, a su vez, precisan el debido asesoramiento y apoyo para insertarse en los procesos.

 Cuando se habla de reciclar muchos lo asocian a un capricho, en realidad el adecuado manejo de la basura contribuye a la conservación del medio ambiente, y va más allá: genera bienes, empleos, ingresos económicos e, incluso, energía eléctrica. Se trata de un concepto donde todos ganan, por eso debemos prestar más atención a lo que se esconde en la basura y asumir la recuperación como un deber de todos los segmentos de la sociedad.

(Por: Anet Martínez Súarez)