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Al racismo, digamos no

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La Real Academia de la Lengua Española denomina la palabra racismo como la exacerbación del sentido racial de un grupo étnico que suele motivar la discriminación o persecución de otro u otros con los que convive. Sin embargo, el 21 de marzo del 2021, previo al Día Internacional para la Eliminación de la Discriminación Racial, la organización SOS Racismo ha exigido el cambio de esta definición, para que se concrete que más allá del repudio a un grupo étnico determinado, se trata de una ideología.

 

En Cuba, desde los orígenes mismos de la nación, este fenómeno ha estado enclavado en los cánones de la sociedad. El autor del libro Por una Cuba Negra y además premio Casa de las Américas, Alberto Abreu Arcia, comenta sobre el tema.

 

“En Por una Cuba negra. Literatura, raza y modernidad en el siglo XIX, examino cómo el discurso historiográfico ha construido desde los orígenes mismos de la nación al negro como sujeto subalterno. La disertación académica cubana aún apela a un instrumental muy egocentrista y teórico.

 

“En la práctica vemos fenómenos como miradas de exclusión, gestos de desprecio, esa manera de enfrentar a los negros, el recelo, esa manera de no querer que estén juntos, pero que ya estaban en la historia, que vienen desde Francisco de Arango y Parreño, José Antonio Saco y todos esos padres fundadores de la nación cubana que eran grandes racistas y terminaron construyendo toda esa creencia social donde se excluía al negro.

 

«Todo, debido al gran temor de los esclavistas, de que la unión de los esclavos podría causar una conspiración e interrelacionado con esto está el miedo al negro. Por tanto, se inculcó en Cuba que el negro se mirara desde lo execrable, causando más tarde el blanqueamiento y una serie de prácticas que llegan a la actualidad, pues la sociedad aún no lo supera, hasta el punto de establecer rangos de superioridad entre negros y mulatos.”

 

 

En la actualidad, aunque de diferente forma, la lucha contra el racismo continúa. Jonathan Mario Morales, joven artista visual comenta sobre sus investigaciones en torno a un proyecto artístico sobre racismo, con el objetivo de difundir la existencia del mismo en el municipio de Cárdenas, Matanzas.

 

“Cuando triunfa la Revolución, Fidel Castro decreta que todas las personas son iguales ante la ley, independientemente de su color de piel. Se creyó que sería suficiente para que realmente hubiera una igualdad, sin embargo había una realidad que no se tuvo en cuenta. Existía una herencia colonial en la que los blancos eran superiores a los negros, por lo que al nacer la Cuba revolucionaria, los negros se incorporan en desventaja y el tema se da por terminado.

 

«Ya en el tercer Congreso del Partido se reconoce que existe aún este problema social. Cuando el presidente Miguel Díaz-Canel asume el mandato, más tarde, en 2019, se acuerda crear comisiones para barrer con los vestigios vigentes en la sociedad. Sin embargo, no es hasta el 15 de julio del 2021 que se crean las comisiones, con trabajadores del Gobierno, del Partido y otras instituciones, habiendo una carencia de personas expertas en el tema, como especialistas sobre racialidad, sociólogos que trabajen en torno a esto.”

 

Las formas de dominación esclavista que existieron en una Cuba colonial sobreviven hoy día en expresiones ideológicas y culturales de la contemporaneidad.

 

 

Jonathan Mario cuenta que “podemos ver racismo en los negocios particulares, donde hay poca inserción de personas negras, está en las expresiones de a diario, ejemplo, cuando decimos es negro, pero, o yo no soy racista, pero…, todo lo que viene detrás de ese pero siempre va a ser racista.”

 

Edna María Hernández, licenciada en Biología y activista contra el racismo, es autora del artículo Culeros con rostros blancos, el cual plantea haber enviado a las autoridades pertinentes y sin embargo no fue comentado, ni respondido. Acerca de su trabajo expresa:

 

“Lo primero que enunciaba era mi alegría acerca de la fábrica de culeros desechables que se había montado en Cuba con tecnología vietnamita. Pero, una cosa que me llamó mucho la atención era que el producto, o sea, los culeros, se comercializaban con las imágenes de bebés y madres que eran ciento por ciento caucásicos. Había de todo, los ojos eran rasgados, como los de los asiáticos, las pieles amarillas, bronceadas, los cabellos lacios, los castaños, ondulados y hasta rizados. Sin embargo, los afros se encontraban completamente ausentes.

 

 

“En mi escrito preguntaba si algún especialista, diseñador, sociólogo, tanto cubano como vietnamita, se había percatado de algo tan evidente. A veces nosotros mismos dejamos perder nuestra identidad. Cuando nos conformamos con esa idea de que ser muy blancos, con ojos claros y cabellos rubios ofrece mejores oportunidades, incluso hasta para servir de envoltura donde van desechos, y la reforzamos, estamos perdiendo nuestra identidad.”

 

En los últimos años son muchos los movimientos creados en torno al tema de la racialidad, surgiendo así toda una gama de proyectos para realzar la cultura afrocubana.

 

La línea de cosméticos Qué Negra, una de las pioneras en crear productos para el cabello afro y rizado en Cuba es uno de esos emprendimientos que poco a poco se ha ganado al público y ha reforzado la identidad de muchos negros y negras orgullosos de sus raíces. La representante de esta empresa en Matanzas, Lisbety Fernández, nos cuenta sobre su historia y conceptos.

 

 

“Existe en Cuba desde siempre una extrema escasez de conocimientos para el cuidado del cabello afro y esto trae consigo que hayan muy pocos o casi ningún producto que se comercialice para su cuidado, pues incluso las personas que viajaban no importaban estos productos. Erlys Pennycook, creadora de la línea, se aventura a crear un producto cosmético que permitiera cuidar el cabello en un clima tan agresivo como es el nuestro. Ella hizo la crema para sí misma y más tarde la comercializa.

 

“Cuenta que cuando fue a registrar la marca con el nombre Qué Negra, en el régimen de búsqueda fue automáticamente de cero coincidencias, y de hecho, las personas que trabajaban allí no le aconsejaban usar ese nombre, porque era ´fuerte y polémico´, pues la palabra negro causa un impacto negativo. Es ahí que se establece como una misión que Qué Negra, con ese nombre debía salir adelante, para enaltecer la cultura afro descendiente y para normalizar finalmente la palabra negro, negra.

 

 

«Porque hasta cierto punto el que hoy en día se haya puesto de moda utilizar la palabra afrodescendiente es una manera de evitar usar la palabra negro. Y eso no es lo que queremos, pues preferimos que nos digan negros con orgullo, y con todo el peso que lleva, y esa es la ideología que defendemos como compañía y equipo de trabajo.”

 

Edna María Hernández agrega que los cabellos afro llevan en sí una historia de resistencia y dignidad, que son desconocidas por muchas personas y a veces se invisibilizan de una manera consciente o inconsciente, desde el mismo centro de nuestra historia. La cantidad de hombres y mujeres negras que tomaron partido en la guerra patria es inmensa y en los libros de historia aparecen tímidamente unos cuantos. Hay que acercarse a la historia desde otro ángulo, que despierte el respeto y que las personas retomen el amor propio.

 

 

“El cabello afro crece hacia el sol, o sea, hacia arriba. Cuando observamos el cabello de un niño caucásico y el de un niño negro, el largo es el mismo, pero se nota más en los niños negros. En la escuela, los niños deben pelarse bajito y son las mismas seños negras muchas veces las que ordenan que esos muchachos se corten el pelo, ya que no existe ese pensamiento del no racismo y resultan detalles lastimosos que ocurren en nuestras escuelas.”

 

Existe, detrás de los estereotipos con los que se relaciona el negro, un trasfondo y una necesidad en el país de campañas sociales que informen a la población, sin embargo, todo comienza desde la cuna. Yelenis Véliz Caballero es una madre negra de dos hijos, habla de cómo implementa en su educación el amor hacia sus raíces.

 

 

“Tengo un hijo más oscuro que el otro y eso a veces trae discordia. Entonces, les explico que somos negros, que yo tengo abuelos negros, pero que tengo abuelos blancos y mi esposo también. Tratamos de que se sientan orgullosos de su raza, de lo que son. Que eso no es ninguna limitante, que siguen siendo personas, que no se pueden dejar maltratar, ni que los demeriten, aceptarse y, sobre todo, que no los insulte ni les moleste que les digan negros, siempre y cuando no sea desde lo execrable.”

 

El racismo ha prevalecido en Cuba por siglos y sus vestigios, por tanto, están impregnados en nuestra cultura y en aristas de la ideología social, por lo que resulta primordial una investigación multidisciplinaria para combatir este fenómeno.

 

Jonathan Mario afirma que se necesita un centro solamente dedicado a su investigación, que ayude a limpiar con esta imagen del negro. Ya no es un motivo de vergüenza ser racista, pues todos somos racistas, solo que somos racistas hasta cierto punto. No lo reconocemos, por el miedo a ser esa mala persona, y lo ocultamos. Entonces, es necesario que se debata abiertamente y en público normalizar la cultura de condena de las acciones racistas y que las personas conozcan cuando son víctimas de racismo.

 

 

Edna sin embargo, el 25 de noviembre recibió la alegre noticia de que ya en Cuba se estaban fabricando culeros con rostros negros. Comparte en redes sociales su inmensa emoción al ver la representación de la raza y al sentirse escuchada. Y deja una chispa de esperanza demostrando que todos podemos cambiar al mundo poniendo nuestro granito de arena.

 

La lucha por la defensa de las raíces afrocubanas continuará siendo una disyuntiva, hasta que todos tengamos conciencia sobre la existencia de discriminación en un país que desde pequeños aprendemos que es un gran ajiaco, por su riqueza cultural y el amplio mestizaje que existe. La erradicación del racismo debe ser hoy un deber de los programas sociales cubanos.

 

Para hacer esta muralla, tráiganme todas las manos: los negros sus manos negras, los blancos, sus blancas manos.                                     

 

                                          Nicolás Guillén

 

 

Estudiante de Periodismo

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