La crisis económica global provocada por la COVID -19 y el aumento de las sanciones por parte de los Estados Unidos a nuestro país; generaron un proceso acción/reacción con consecuencias notables.
Sin los ingresos del turismo y con una entrada cada vez más limitada de las remesas, el gobierno tuvo que crear un mercado interno para recaudar divisas. Una medida impopular pero necesaria, para mantener sectores tan importantes como la Salud, la Ciencia y la Agricultura. Cuba además cargó con el peso de miles de trabajadores improductivos que recibían desde el 60 al 100 por ciento de sus salarios, sin generar un ingreso real a la economía del país.
La inflación a la que nos enfrentamos hoy es el producto de dos años sin apenas turismo, con un bloqueo más presente que nunca y un gasto social enorme pero necesario. A lo que se suma una devaluación del valor real del peso cubano, provocado por la disparidad salario/producción y el ascenso del dólar en el mercado informal. La economía a niveles macro se simplifica en la venta de bienes que no creamos a cada vez mayor precio, para poder comprar otros a personas en similar situación.
Las soluciones a esta problemática son varias y dependen inevitablemente de factores externos, como el crecimiento de la economía mundial y el restablecimiento del turismo, como pilar económico de nuestro país. Pero podemos tomar medidas que aceleren el proceso como: reducir la tasa tributaria a los productores y controlar, con medidas de peso, el mercado informal.
Además de favorecer el comercio hacia lo interno y reducir la oferta en dólares para dar valor a nuestra moneda nacional. Pero aún así en economía todo es variable y la moneda es un pacto social, en el que su valor depende en última instancia de quienes la usan.