b9.jpg
b9.jpg
previous arrow
next arrow

“Yo no paro”

Inicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivado
 
Valoración:
( 0 Rating )

Yadiel de la Campa González

IMG_20220212_122945-768x576.jpg

¡Pam!, se escucha un golpe contra la ventana.
¡Ay, qué susto!, reclama mi abuela ante el sonido que interrumpe un capítulo de su novela turca.
Salgo corriendo ante la brevedad que supone su paso por cualquier cuadra. Ya casi llega a la esquina. Sin dudarlo, grito a todo pulmón:

¡Yeleniiiii!


***

6:00 de la mañana. Suena el despertador. Te levantas. Cuelas el café. Preparas el desayuno de tu esposo e hijo menor. Completas la rutina matutina del baño. Reúnes el equipamiento laboral propio de un día soleado: sombrero de yarey, nasobuco, pullover, camisa, short, zapatos y la “siempre fiel” bicicleta.

–No se revienten. La semana pasada me dejaron tres días a pie –enfocas la mirada a las circunferencias que proporcionan el movimiento, suspiras y esperas que hayan captado la advertencia.

Son casi las 7:30. Terminas de alistarte. Sales de tu casa (cerca de la Terminal de Ómnibus de Matanzas) y llegas antes de las 8:00 a la oficina de correos, justo a tiempo para su apertura.

Te informan que tienes que repartir algunos giros postales, cartas y… las incómodas cuentas telefónicas. Incomodísimas porque muchas vienen con las direcciones mal. Además, cuando toca un edificio es buscar la entrada, el apartamento; si hubiera buzones en los primeros pisos donde uno echar las cuentas, repartirlas sería más fácil. En fin, ¡hay que trabajar!

Repasas la ruta mentalmente: desde el inicio de la calle Pilar, en Playa, hasta el círculo infantil Estrellitas Rojas, en Peñas Altas, son casi cuatro km. ¡Qué fácil sería si fuese en línea recta! Pero sabes bien que entre callejones y baches, la ruta se vuelve más larga.

Pedaleas, pedaleas, pedaleas. Avanzas de prisa porque la prensa está atrasada y no quieres que se te junte esa carga con la que llevas.

–¡Qué bien trabajas!, te dice Julia Hernández Tundidor, una señora de 60 y tantos años cuyo nombre conoces por ser tu clienta. “Por aquí nunca ha repartido el periódico alguien que cuando no tiene bicicleta, los trae al hombro y en tiempo. ¡Y menos bajo el sol del mediodía!”.

–Gracias, respondes. Por suerte hoy vengo en la bicicleta –no consideras que haces nada extraordinario, solo tu trabajo.

Después de calles, callejones y baches, terminas esta entrega. Son casi las 12:30 de la tarde. Vuelves a la casa. Preparas el almuerzo. Comes. Regresas al correo. Los periódicos llegaron. Sales a repartirlos. Casi repites la ruta de la mañana, solo que ahora la carga es de 300 Granma, ciento y tantos Juventud Rebelde y, por suerte, hoy no es viernes; si no también tocaría el Girón.

Enrollas, apuntas, lanzas.  Ese es el procedimiento habitual –casi automático– que usas para despachar esta segunda tanda.

Quizás parte de la fuerza y resistencia que hoy tienes se forjó desde los siete años, en una de esas lomas a las que ibas en compañía de tu papá a cultivar la tierra, allá por tu natal Buey Arriba. ¡Claro, hasta donde él me permitía ayudarlo! Han pasado 48 años desde aquello.

De casa en casa, de cuadra en cuadra, casi terminas el recorrido de hoy. De pronto, resuena tu nombre.

***

– ¡Ah! ¡Unas preguntas! Bueno, no sé si lo que tengo para contarte servirá.

– Yeleni Fonseca Carrillo.

– De lunes a sábado. Sí, ese es mi horario. La prensa dominical la reparto el lunes, así que el domingo estoy libre del trabajo. Aunque ese día visito y ayudo a mi mamá. Ella tiene 73 años y vive sola desde que papá murió. Su casa queda por la Cumbre.

– Sí, del otro lado de la bahía. Ni sé qué distancia es (cinco km); pero se me hacía más larga cuando tenía que caminar por esas lomas porque no había guagua durante la pandemia.

– Al venir de Granma, me bequé en Jagüey Grande a los trece años. Ahí estudié un tiempo; no la terminé. Cursé la facultad y obtuve el 9no. grado. Abrieron los cursos de asistentes de enfermería y, mientras tanto, sacaba el doce grado.

– Llegó un día que tenía examen en ambas. No sabía cuál priorizar, así que me dije: el curso, si lo pierdo… cogeré otro; ¡pero el doce tengo que aprobarlo! Pasé y fui asistente de mi consultorio.

– No, no pude quedarme allí. Quitaron las plazas y me reubicaron. Escogí la campaña anti-vectorial. La dejé a causa del accidente de mi hijo menor. Él iba en la moto y un carro lo chocó. Se salvó de milagro: ¡diecinueve puntos! Desde el muslo hasta por encima de la cadera. Busqué un trabajo cerca para poder cuidarlo. Cuando mejoró, empecé en lo que estoy desde hace casi tres años: cartera.

– ¿Tiempo libre? No tengo tiempo pa´eso. Ahora, cuando llegue a la casa, es amarrarme con “la lucha de la casa”, la bodega… En estos días voy a hacer un horno de carbón con mi hermana. El descanso casi siempre es cuando chapeo mi jardín. Aunque ahora tengo que parar porque los rosales se me están marchitando y me dijeron que es por no dejar un poco de maleza alrededor.

– A mí me hubiera gustado ser abogada; pero no di pa´eso. Es mucho el trajín que tengo. La lucha mía no se puede cargar más de lo que ya tengo. ¡Vaya, todo se puede! Pero a veces la vida…, no te deja otra elección.

– Espero que hayas resuelto. Me voy, que antes de ir a la casa tengo que pasar al correo a depositar el dinero de las facturas. Yo no paro.

Poder en un clic

Desde el Gobierno depositamos nuestra atención en este soporte que, mediante la participación ciudadana, deberá convertirse en una herramienta para la gestión, interacción y diálogo social. Ponemos a su disposición las primeras encuestas de esta sección, cuyo objetivo es evaluar el estado de opinión general con respecto al Portal.

Agradecemos su participación.

¿Cómo evalua el portal del ciudadano?
De estos organismos, ¿cuál ha sido más eficiente en dar respuesta?
A su juicio, nuestra prioridad de trabajo con el portal debería enfocarse en: