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El erotismo desmedido en las redes sociales

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El sexo vende. Es una ley como la manzana de Newton. Desde los frescos romanos con escenas explícitas hasta Marilyn Monroe que se sujeta los bajos del vestido en una toma de aire, el erotismo y sus diferentes maneras de practicarlo o comercializarlo ha sido tema recurrente. Con el paso del tiempo, ha evolucionado como mismo lo hace la cultura y la sociedad. 

En la Cuba actual, desde que existe el acceso mayoritario a las redes sociales, vemos un ascenso del uso del erotismo o la pornografía. Algunos aseguran que la diferencia entre ambos está en qué se muestra o no, y otros que lo que lo define es el toque artístico. No obstante, la línea divisoria entre ambos es tenue y muy fácil de traspasar. Habrá quien al aplicar una fórmula de moralismo podrá decir que está mal y ya, pero en la explotación del erotismo en Internet intervienen múltiples factores, desde la liberación de los cuerpos hasta el contexto socioeconómico. 

Este fenómeno, aunque puede aplicarse a los dos sexos, normalmente es más común en las mujeres, dado el carácter patriarcal de la sociedad cubana. Tangas, bikinis, trikinis, shores cortos, toda esa indumentaria que el trópico justifica, sirve de excusa para exhibir los cuerpos. 

El sexo vende, ya lo hemos dicho, y quizás no pague siempre en moneda dura, pero sí en likes y corazones, que por las dinámicas de las redes sociales como Instagram y Facebook se traducen en aceptación, fama y popularidad. Además, como toda corriente, comienza con unos pocos atrevidos, pero luego se transforma en tendencia.  

Muchos de los que recurren a dichas prácticas argumentan (ello podemos leerlo en los escritos que acompañan a las fotos y los reels) que constituyen una manera de aceptarse a sí mismos, romper tabúes como la timidez ante el cuerpo desnudo. No obstante, la mayoría de quienes se exhiben sin pudor cumplen los códigos de belleza convencionales impuestos por la industria cultural: personas curvilíneas, sin sobrepeso, sin ningún defecto físico. 

No podemos olvidar que en los mares de la web abundan los tiburones, es decir, los acosadores sexuales que se atrincheran detrás de una interfaz. Exponerse o sexualizarse en demasía al consumo público constituye una manera de llamar su atención y todos ellos no son inofensivos. 

Si la Maja Desnuda, de Goya, en su tiempo escandalizó a España, ahora contamos con plataformas digitales legales, como Only Fans, donde puedes pagar y ser un voyeur desde el otro lado de la pantalla de tu celular. En este país existen posibilidades de acceder a dichos sitios, pero solo a través de VPN y otros atajos informáticos; aunque no resulta muy común por la falta de maneras de pago. 

Otro fenómeno, un intento criollo del Only Fans, resulta la venta de packs de nudes. Gracias a las facilidades de pago electrónico habilitadas en el país, después de contactar a la chica a través de sus redes sociales, puedes comprar por un precio módico una sesión fotográfica, como dios la trajo al mundo y sin hojas de parra. En materia del derecho penal, Cuba aún debe evolucionar en lo que se refiere al ciberespacio para detectar o detener este tipo de hechos.  

La sexualización temprana es cada día más habitual en Cuba. Hablamos de lo que algunos llaman “quemar etapas”, es decir, adolescente de 13 años muy oronda que posa en bikini en la playa con una frase motivacional encima, algo así como: “El pasado hay que dejarlo atrás”. En este aspecto es muy importante el control parental de las redes sociales de los hijos. No obstante, esta sería una medida a priori, lo realmente necesario resulta una revolución en lo que a educación sexual se refiere. Ello debe comenzar desde el hogar, pero también desde la escuela. 

Muchos de los referentes acerca del erotismo que poseen los niños y jóvenes cubanos provienen de la industria del entretenimiento, miles de escenas de sexo en películas con los cuerpos envueltos en sábanas, o de la pornografía con sus orgasmos de fuegos artificiales y sus falsas nociones acerca del coito. Ello luego provoca un desfase, donde se confunden la realidad y la ficción, lo que conduce a prácticas poco saludables tanto física como espiritualmente.

Constituye un tema en demasía amplio y abierto a debate. La intención de este texto es más bien descriptiva. Sobre este fenómeno hay que profundizar y volver una y otra vez, de lo contrario existe el riesgo de caer en falsos moralismos o liberalidades innecesarias.  

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