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Los eternos recuerdos de Eduardo Wilfredo

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Recuerdos de Eduardo Wilfredo

Eduardo Wilfredo, ahora artesano del Grupo Palma, narra sobre su vida, amor a la industria del llamado oro negro, sus amigos y la familia. Fotos: Ramón Pacheco Salazar

Disciplinas como el baloncesto, voleibol, fútbol, béisbol y atletismo perdieron en Eduardo Wilfredo Wrves López a un posible destacado atleta, debido a su elevada estatura (2,02 metros), pero el alejamiento de tales prácticas físicas activas benefició a la industria del petróleo, a la que dedicó 42 años de su vida.

Posee él la inteligencia y retención natural que mucho serviría a los propósitos de búsqueda y extracción del mineral energético, además del inmenso caudal de conocimientos que atesoró desde que en 1950 se unió a la familia del llamado oro negro. Virtudes que lo convirtieron en un obrero excepcional debido a importantes aportes en disímiles especialidades.

Mucho llovió desde que comenzara su vida laboral (1946), y lo hizo en diversos oficios: ayudante de mecánico, escogedor de tabaco, dulcero, pintor, constructor y cabillero. Estos últimos en las compañías privadas Díaz de Villega y Era.

Recuerdos de Eduardo Wilfredo

Pasado un lustro llega su vinculación con el combustible fósil, del que no se separaría hasta 1992, al jubilarse. Pero antes de experimentar este triste y trascendental momento para él, no hubo campo de labor y del saber sin su presencia.

“Comencé por la Compañía Simpson Drulling como ayudante de perforación, y un año después pasé a la refinería Cabaiguán S.A., dedicada también a tales menesteres en los pozos que se construían, previos estudios.

“En 1959, triunfante la Revolución Cubana, nos solicitan para abrir dos pozos en la ilegal Base Naval de Guantánamo. Uno para agua potable y otro en busca del combustible fósil. Utilizamos un equipo IDECO-H-40 para perforaciones profundas, que nos ocuparon tres meses de labor.

Recuerdos de Eduardo Wilfredo

“Al constituirse el Instituto Cubano del Petróleo (ICP), con los equipos que teníamos nos enviaron para San Diego de los Baños, Pinar del Río, donde la historia registra los primeros pozos hechos por nuestro incipiente Gobierno. Luego se harían otros similares en Taguasco, Sancti Spíritus.

“Recuerdo que al llegar a Cuba, en 1964, los primeros equipos para perforaciones profundas, provenientes de la extinta Unión Soviética, cuanto se hizo en los cayos Francés y Fragoso, en el litoral norte de Caibarién, de la actual Villa Clara, fue con asesoramiento de especialistas de ese enorme país euroasiático”.

Por su elevada estatura las rodillas sobresalen sobre el amplio butacón. Toma un respiro, medita, y del cajón de los recuerdos extrae una nueva página de su larga historia. No sin antes saborear un exquisito café a su gusto, sin  mucha azúcar.

“A principios de 1964 partí hacia la Escuela del Petróleo Modesto Rodríguez Anido, en Guayacanes, Ciego de Ávila, de la que egreso como Perforador A. Y como tal acudo al territorio de Jatibonico, Sancti Spíritus, y a Cayo Romano para realizar faenas afines”.

Al ser ascendido como jefe de grupo asume lo que para Eduardo Wilfreddo constituye uno de sus mayores orgullos como trabajador de la importante industria: hacer el primer pozo profundo vertical en Varadero (1968), Península de Hicacos, el Colorado 1, con una profundidad de 4 500 metros. “También participé en la construcción del primero que dio petróleo, y en otros que fueron para estudio (exploración). 

“A pesar de no ser ingeniero asumí la tarea debido a los conocimientos prácticos que poseía en ese momento.  E incluso como resultado de lo acontecido me seleccionaron para un curso de cuatro meses en la URSS para especialistas en pozos profundos. También fui promovido, por dos años, al frente de esta industria en la provincia, como reconocimiento a mi consagración, y considero haberlo hecho con alto sentido de responsabilidad y seriedad.

“También me otorgaron el puesto de jefe del almacén tubular y de la planta de probar camisas de revestimiento, donde estuve hasta mi jubilación”.

Recuerdos de Eduardo Wilfredo

Atesoró sobrados méritos Eduardo Wilfredo, uno de los fundadores de la industria petrolera cubana tras el victorioso Primero de Enero de 1959, y pudiera acabar esta narración en el último punto final, pero en su vida aparecen otros hechos no menos significativos e históricos que marcan con acierto el quehacer de este longevo matancero, imponente por su estatura, y maravilloso por su entrega al trabajo, sencillez y modestia. No obstante padecer escasa audición, establece cualquier diálogo con la ayuda familiar, porque gusta del intercambio de temas, sobre todo de su hacer laboral y sobre pelota, pues es un Cocodrilo sin frontera.

Esto último permitió, más allá del cuestionario profesional, conocer de su profunda amistad con Jesús Suárez Gayol, El Rubio, del Ejército de Liberación Nacional del Comandante Ernesto Guevara de la Serna, en Bolivia. 

“Fue el primero en derramar la sangre cubana en ese país sudamericano. Y de él tengo imborrables recuerdos de su rectitud, pero también sentido humano y respeto a los demás.

“Suárez Gayol fungía como director del Instituto Cubano de Recursos Minerales cuando lo conocí en Pinar del Río, a donde viajó para saber cómo estaban las obras sobre los pozos que se abrían.

“Resulta que estando en Majagua, Ciego de Ávila, estuve dos meses sin cobrar, por lo que me vi obligado a ir a verlo y explicarle mi situación. De inmediato llamó para allá, y le dijo al que dirigía aquello que me pagaran de inmediato y, de no haber dinero en la caja, “lo pagas de tu bolsillo, pues cuando Wrves llegue allá recogerá el dinero de tu mesa, sin falta”.

“Aquello no fue el mandato impuesto de un jefe, sino el respeto a un trabajador, a un padre de familia, así lo entendí. Por ello guardo eterna admiración al hombre capaz de derramar su sangre y ofrendar su vida por la libertad de otros pueblos”.

Queda en silencio, luego afirma: “Poseo numerosas anécdotas relacionadas con Suárez Gayol, que en otro momento pudiéramos narrar, y de otros compañeros de oficio, como el ingeniero Julio Jiménez Vázquez, al que considero el especialista que más sabe en Cuba de perforación de pozos profundos”.

Y cuando, concluida la entrevista, pienso marchar de regreso al periódico, toma con afabilidad mis manos y asevera: “Diga que la mujer también ocupa puestos destacados en nuestra industria, con resultados dignos de encomio, y la mía, a mi lado, también, porque me soportó todos estos años, y todavía lo hace”, dijo, gira a la derecha, y estampa un beso en la frente de Clara Marta, su amor de más de 50 años.      

Eduardo Wilfredo ostenta numerosas condecoraciones, como la Medalla René Ramos Latourt y la de fundador de la Asociación de Innovadores y Racionalizadores. Reconocimientos que guarda eternamente en su ilustre cofre de los recuerdos.

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