Hay noticias que llegan junto a un dolor demasiado hondo para expresarlo, que solo deberían acompañarse con el silencio respetuoso y una reverencia.
Como casi siempre ocurre en los casos en los que lo que lees es tan estremecedor que dudas, aun cuando lo escriba alguien de enterísima confianza, tuve que volver a pasar la vista y mojarme el rostro para ahuyentar las trazas del sueño que quedaban pegadas a él.