Sobre las ocho de la mañana del jueves 26 de junio de 1845, se iniciaba una de las mayores tragedias que recuerde la ciudad de Matanzas. Poco después y hasta las dos y treinta de la tarde tocaban sin cesar las campanas de la parroquia.
Desde la calle Ayllón, entre el café Rustán y la fonda El Ciervo de Oro, en la barriada de La Marina, se había desatado un voraz incendio que durante 11 horas redujo a cenizas 44 casas y una ciudadela, incluso relevantes establecimientos comerciales como la librería de José Deville, el café de Guillermo Jencker y las fondas El Ciervo de Oro y Recreo de los Vizcaínos. Vicente del Junco perdió casi 700 cajas de azúcar que almacenaba, mientras las paredes de su Palacete se mostraban calcinadas y agrietadas.