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Columnas invasoras: vanguardias de la Ofensiva Final

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Tras derrotar la ofensiva de verano del ejército de la tiranía, el Comandante en Jefe Fidel Castro envió desde la Sierra Maestra a Occidente, la Columna Antonio Maceo, dirigida por Camilo Cienfuegos, que salió el 22 de agosto de 1958 con la misión de llegar a Pinar del Río, y la Columna Ciro Redondo, comandada por Ernesto Che Guevara, que partió el 31 con destino a Las Villas.

Así fue como, hace 65 años, comenzó una de las más grandes epopeyas de nuestra historia, como parte de la contraofensiva estratégica, con la marcha de esas fuerzas invasoras, las cuales revivieron la gran proeza de la invasión protagonizada por Antonio Maceo y Máximo Gómez en la Guerra de 1895-1898.

Pocos meses antes, en junio de 1958, aquella marcha pudo parecer una ficción para los menos de 500 guerrilleros defensores del acceso a la Comandancia Rebelde de La Plata, ante la ofensiva de verano de las tropas batistianas que, con 10 mil soldados apoyados por la aviación, artillería, blindados y la marina, tenían la misión de aniquilar las bases del Ejército Rebelde en su bastión en el centro de la Sierra Maestra.

Los cielos de la serranía fueron surcados por los modernos reactores T-33 recién entregados a las fuerzas aéreas del tirano Fulgencio Batista, que de inmediato se estrenaron junto con decenas de bombarderos B16, lanzando sus cargas en las zonas liberadas y los humildes caseríos de campesinos.

El llamado buró de prensa de las fuerzas armadas de la dictadura daba como ciertos sus deseos de miles de bajas rebeldes, e inclusive el propio Batista declaró que sus tropas habían ocupado el territorio de los insurrectos, una bandera de la China comunista y casquillos de proyectiles soviéticos, una mentira que ni los propios aparatos de propaganda estadounidense pudieron promover.

En esos difíciles momentos, Fidel envió un mensaje a los combatientes explicando lo importante que era resistir el avance enemigo y les aseguró que ganar esos combates podía ser “el fin de Batista”.

Las palabras del Comandante en Jefe pronosticaron el futuro inmediato. La ofensiva fue derrotada y el ejército sufrió alrededor de mil bajas, entre ellas más de 300 muertos y 443 prisioneros, y no menos de cinco grandes unidades completas de sus fuerzas fueron aniquiladas, capturadas o desarticuladas y se ocupó gran cantidad de armas, incluidos dos tanques, 10 morteros, varias bazucas y 12 ametralladoras calibre 30.

Con esa victoria, de la cual el ejército de la dictadura salió con la espina dorsal rota, según el comandante Ernesto Guevara, se crearon las condiciones para la Ofensiva Final que derrocaría la dictadura solo cuatro meses después y que comenzó con el avance al occidente del país de las columnas invasoras de Camilo y el Che como punta de vanguardia.

Para el cumplimiento de sus misiones los dos jefes rebeldes estaban autorizados a otorgar grados hasta de Comandante de columna, consolidar el poder revolucionario en los territorios liberados; así como aplicar una política de unión entre todas las organizaciones que participaban en la lucha contra la tiranía, especialmente en la antigua provincia de Las Villas.

Muy difícil resultó el avance de las tropas invasoras de Camilo y el Che por las llanuras de la provincia de Camagüey, surcada por numerosas carreteras y caminos utilizados por el ejército con sus medios motorizados, apoyados por la aviación para cercar a los rebeldes, quienes además, no recibieron el apoyo logístico necesario como se había acordado en los planes.

No obstante, las fuerzas invasoras pudieron avanzar casi intactas a pesar del hostigamiento enemigo. El arribo de Camilo a Las Villas fue el siete de octubre, y cinco días, después lo hizo el Che.

En la provincia actuaban tropas guerrilleras principalmente del Directorio 13 de marzo, el II Frente del Escambray, el 26 de Julio y del Partido Socialista Popular, por lo cual Fidel ordenó a ambos jefes que se mantuvieran en la región para incentivar la guerra y fortalecer la propia unidad revolucionaria y la disciplina entre esas agrupaciones.

Los invasores rebeldes cumplieron admirablemente las órdenes del Comandante en Jefe. Camilo liberó la zona norte de la provincia y tras más de 10 días de asedio liberó el 31 de diciembre el pueblo de Yaguajay y antes los pueblos de Iguará Meneses, Jarahueca, Zulueta, General Carrillo, Mayajigua, Caibarién, Camajuaní y Placetas, estos tres últimos de manera cooperada con las fuerzas que comandaba Ernesto Che Guevara.

El Che y su tropa cercaron y tomaron los poblados cercanos a la ciudad de Santa Clara, defendida por cerca de cuatro mil soldados atrincherados en los edificios más fuertes y altos de la ciudad, con tanques y el apoyo de la aviación, por lo que las fuerzas rebeldes tuvieron que tomar cada uno de los reductos durante casi 15 días hasta que la urbe se rindió el primero de enero de 1959.

La embajada de EE.UU. y altos mandos en La Habana estaban decididos a frustrar el triunfo con una puesta en escena dirigida de principio a fin por la CIA y el Departamento de Estado, con la anuencia del dictador, al organizar un presunto golpe de estado y la salida al exterior de Fulgencio Batista y sus principales cómplices.

En esas circunstancias era importante enfrentar las intentona al más corto plazo en la propia capital y bajo la consigna enarbolada por Fidel desde la emisora Radio Rebelde de “Revolución sí, golpe militar no”, las columnas invasoras del Che y Camilo recibieron la orden de continuar hacia La Habana, a la que llegarían a inicios de enero de 1959, para consolidar el triunfo revolucionario ante la intentona golpista y hacer posible la entrada de Fidel al frente de su caravana el 8 de enero.

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