Memorias de una serie de Matanzas
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PILOTO
—¿Y por fin el guionista? —preguntó Javier, y ante la carcajada de Andy también él se echó a reír.
Era una noche de sábado a la manera habitual, entre bares de Narváez y el cauce del San Juan, con sabor a ron y el olor de perfumes tan variados como las cabelleras femeninas, e inalcanzables, que se paseaban de aquí para allá. La risa de uno, inevitablemente, se volvería risa del otro.