Me cuentan que en Camagüey hay una carnicería llamada La Siempreviva y entonces dudo acerca de la habilidad de los matarifes y comienzo a preguntarme sobre la inmortalidad del alma del picadillo y el medallón. No obstante, cerca de donde trabajo hay otra de su tipo, El Manatí, y cuando pienso en ello se me pone la piel de gallina —como la que distribuyen ahí de vez en cuando y que, actualmente, parece un animal más en peligro de extinción que el propio manatí—.