Aquel día Eclipse se presentaba en el bar El Chismecito, a las 11 de la noche. Estaban ultimando detalles, a la vez que iban y venían por la casa de la vocalista para ensayar. Yo estaba allí, procuré desaparecer y dejarlos hacer magia, música.
Dos chihuahuas gritaban en su particular idioma a la gente de la calle que se callaran, y una gata anciana no aguantó las vibraciones de los dos amplificadores que sumían aquella sala en un miniconcierto, por lo que se fugó a la cocina.